viernes, 9 de marzo de 2012

AMANTES CLANDESTINOS


Jorge repetía varias veces su nombre de fantasía mientras conducía hacia la avenida. No quería que se le olvidara ni que, por un descuido tonto de esos que le caracterizaban, se le escapara de pronto su nombre verdadero y rompiera sin querer la sabrosa magia de lo prohibido.

-Richard Johnson, Richard Johnson, Richard Johnson …

Se detuvo en el lugar indicado y subió el volumen de “extrangers in the night”, la canción previamente convenida. Una mujer esbelta, de pelo negro y vestido ajustado se le acercó. Jorge había decidido no imaginar cómo sería, prefería la sorpresa. Pero quería en el fondo que fuese distinta a su mujer, que tuviese el pelo distinto, que se vistiera distinto, que se moviera distinto. Y la mujer que se le acercaba, era perfecta. Perfectamente distinta.

 -¿Richard Jonson?- preguntó.

 -Sube, Isabela.

Los primeros minutos en el auto fueron silenciosos, tensos, tal vez incómodos. Aunque ambos sabían donde iban y para qué, ninguno se atrevía a romper el hielo. La ciudad parecía moverse al ritmo elegante y melancólico de Sinatra, y parecía también estar sumiendo a los amantes clandestinos en una traviesa aventura que olvidaba la culpa para aferrarse al deseo.

 -¿Te molesta que roce tu pierna cuando cambio velocidades?- Preguntó Jorge, nervioso.

 -No- Contestó ella indiferente –Me gusta.

Ella parecía más atrevida que él. Parecía incluso estar disfrutando más aquel momento. Y a Jorge le gustaba esa personalidad enigmática de mujer experimentada, que le daba a su compañera desconocida cierto aire a dominatriz.

 -Tienes un bonito auto, Richard, debes ganar mucho.

 -Tal vez…

La  verdad era que había recorrido la tarde entera los rent-a-car de la ciudad buscando el auto perfecto. Y lo había encontrado. Era un deportivo rojo con asientos de cuero, el sueño de su vida, aplazado injustamente por los niños, las cuentas, y el horario desgastante de la oficina de seguros.

 -¿Y en qué trabajas, Richard?

 -No rompas las reglas, Isabella. Cuando acordamos el encuentro dijimos que no hablaríamos de nuestras vidas.

 -¿Puedo preguntarte al menos si fumas?

 -Prefiero morir de viejo.

Javiera, la mujer real tras la ficción de Isabella, sonrió. Richard debía ser un médico o un ejecutivo liberal. Muy alejado del prototipo común al que pertenecía su esposo, siempre malhumorado y sin ganas de nada más que no fuese hacer justamente lo que ella más odiaba, fumar.

 -¿Y dónde me vas a llevar, Richard?

 -Donde quieras, Isabela.

Javiera se puso a pensar. Debía ser un lugar nuevo, un ambiente interesante como a Isabela le gustaría, un lugar al que nunca antes hubiera ido, que le hiciera olvidarse de su vida real y que no le recordara a su esposo.

 -Me gusta mucho el Hotel Copenhague, un lugar sofisticado y discreto.

Jorge pensó por un momento que tal vez no le alcanzaría. Pero qué más daba, tenía la chequera y no era el momento de pensar en dinero.

 -Sí, también me gusta. Entonces, al Copenhague.

La pareja de amantes clandestinos llegó a la recepción con paso seguro, simulando ambos conocer el lugar y conteniendo sus miradas de curiosidad. Fueron recibidos como corresponde a personas como Isabella y Richard, y como no estaban acostumbrados Jorge y Javiera a ser recibidos. Recogieron las llaves y fueron conducidos a su habitación, ardiendo en deseo uno por el otro y apoderados por la adrenalina de lo prohibido, Isabella se atrevió a tomar la mano de su compañero y se sintió un poco más segura, el temblor de Richard demostraba que ambos estaban nerviosos.

La habitación era amplia y elegante, el refugio perfecto para dos amantes clandestinos queriendo ocultarse del mundo. Parecía un rincón prohibido de algún palacio pagano. Todo estaba dispuesto para una noche inolvidable. La cama, perfectamente ordenada, como esperando que el desenfreno que desata la pasión profanara su almidonado perfecto. Las ventanas altas, con vista a las luces de la noche urbana, llamaban a reírse del mundo y a sumergirse en la secreta aventura.

 -Prepara unos tragos, Richard. Yo vuelvo enseguida.

Mientras Javiera entraba al baño, siempre con su lento y seductor vaivén que lo volvía loco, Jorge caminó hasta el bar y sirvió dos copas de champaña. Se sacó la chaqueta y la corbata, puso la música adecuada, y se paró frente a la ventana a observar la ciudad. Pensó que los momentos buenos de la vida eran tan fugaces como las burbujas que se escapaban de las copas, que esta noche estaría en mejor hotel de la ciudad con la mujer más hermosa del mundo, y que a la mañana siguiente volvería a despedirse de su mujer con un beso, que subiría a su verdadero auto, iría a dejar a sus hijos al colegio y partiría a su trabajo. Y así, como las burbujas, su noche de amorío clandestino daría paso a su vida real.

 -¿Y porqué vamos a brindar, Richard?

Jorge volteó y estuvo inmóvil por unos segundos. Isabela lucía un sexy baby doll rojo, hermoso per se, pero más hermoso en ella. Isabela sonrió.

 -Brindemos por nosotros ¿te parece?

Jorge no consiguió beber más que un trago, embriagado en la locura de la seducción, tomó de pronto a Javiera de la cintura y la arrojó a la cama. Javiera reía, como si el arrebato de pasión de su compañero fuera justamente lo que buscaba. Las copas rodaron entonces por el piso alfombrado, y fueron cubiertas, poco después, con las ropas de los amantes clandestinos.

Se besaron apasionadamente, despojándose mutuamente de las ropas, que en ese momento no hacían más que estorbar. Javiera hundía de vez en cuando sus uñas en la espalda de Jorge, que sumido en el más sublime de los éxtasis gritaba su nombre sin pudor alguno, como queriéndose convencer de que no estaba soñando.

 -¡Isabela, Isabela!

Así estuvieron durante horas, sólo amándose, sin culpas ni vergüenzas. Hasta que el cansancio los venció.

Los amantes clandestinos se dieron unos minutos. Cada cual en su rincón de la cama, intentaban recuperar el ritmo normal de su respiración. Habiendo sido un solo cuerpo, ahora Richard e Isabela sólo continuaban unidos por sus manos. De pronto, Richard abrió el cajón del velador y sacó algo, Isabela pensó por un momento que podía ser un regalo, pero se decepcionó.

 -¿Vas a fumar?

 -Si, discúlpame pero sabes que después de hacerlo no puedo evitarlo.

Javiera se puso de pie.

 -¿A dónde vas?

 -A vestirme, ya es tarde y mañana tengo que preparar el desayuno temprano, además tengo que hacer  dormir a los niños.

-Pero si los niños están con la María. Además acabamos de llegar.

-Ya rompiste la magia con ese cigarro, Jorge. Además mañana tienes que devolver ese auto temprano. Y yo tengo que lavar este baby doll antes de devolvérselo a la Cony.

-¿Es de la Cony? Menos mal que no me lo dijiste antes.

-Ya te he dicho que no me gusta que critiques a mis amigas. Vístete luego y nos vamos.

Jorge se levantó y se puso su ropa. Richard e Isabella, los amantes clandestinos, se habían ido.

Minutos después la pareja abordaría el auto y partiría a su casa, sin pronunciar palabra. Y así, sin más, volverían a la eterna rutina de sus veinte años de matrimonio.



5 comentarios:

  1. Me gusta su forma de escribir, el final muestra la realidad de muchas parejas, que buscan en la variedad.. el placer, avivar la llama que a veces se apaga con los años de eterna y repetitiva cotidianidad.

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  2. Me encantó! es que verás... siempre leo cosas de esas como: "Hago historias", y no es por ser despectiva, sólo que cuando las leo siempre tienen sus múltiples faltas de ortografía (pecadora, si de repente también me pasa a mí) y bueno, las historias no son originales, pero la tuya me ha... ¿cómo se podría decir? Me ha hecho leerla dos veces :)

    Te leeré más seguido.
    besos.

    Harvi.

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  3. Me gusto muxoo ... me gusta leer lo k escribes ... eres buen escritor :D

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  4. Me subiste hasta las nubes, para luego dejarme caer a garrotazos. Muy muy muy bueno. Arrasaste con el final, tan terrible como siempre.

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  5. Gracias a todos por sus comentarios. Lamento la tardanza en responder y en actualizar. Pasaré por sus blogs a comentar también para compensarlos, jeje, aunque sé que sus palabras no buscan retribución. Les agradezco de verdad sus apreciaciones, me incentivan a seguir escribiendo y me ayudan a mejorar. Saludos!

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