miércoles, 20 de junio de 2012

DE UNA Y MEDIA A DOS Y UN CUARTO.


El profesor Leopoldo Figueroa es un buen tipo, me cae bien. Se nota que nos quiere, especialmente a mí, y que se esfuerza en hacernos aprender. Tiene vocación, se le nota, lo que es una lástima considerando que todos en el curso somos unos casos perdidos, especialmente yo. Yo, especialmente. Y no debería ser así, no sólo porque el Profesor Figueroa hace un excelente trabajo, sino además porque me encanta su asignatura, comprensión lectora. De hecho, creo que leer es lo único que realmente me gusta hacer, y no sé por qué, pero en su clase nunca leo lo que nos da. Debe ser por el horario, la última hora del viernes estoy ya muy cansado, o tal vez simplemente porque soy un caso perdido.

De todas formas mi actitud con él no se justifica. No se justifica mi actitud con él, por un lado, porque me gusta leer y por otro, porque el viernes es el único día en que salimos temprano de clases, a la una y treinta –precisamente porque estamos muy cansados- y como no hago nada, termino saliendo a las dos y un cuarto, como todos los días, lo que tampoco se justifica porque en esos cuarenta y cinco minutos que paso solo con él en la sala, tampoco hago nada. Y no es que el profesor nos pida estudios como los de la Universidad de Staffordshire, que deben ser muy buenos, creo, en realidad no la conozco, parece que no existe, tal vez la inventé. El punto es que lo único que nos pide es que sinteticemos artículos de revistas y ni eso soy capaz de hacer.

Así que creo que el Señor Figueroa no se merece esa actitud de mi parte. No se la merece. Además porque es el único profesor al que admiro, creo. No sé por qué. Debe ser porque se preocupa por nosotros, o tal vez por lo inteligente que es. Sí, debe ser por eso, porque es inteligente, mucho más que yo, por lo menos. Eso creo. No sé por qué. Tal vez por ese artículo que leí en alguna parte y que decía que estadísticamente los calvos son más inteligentes que los que no lo son. Recuerdo que era muy interesante, recuerdo, pero no sé donde lo leí. Quizás lo vi en un documental, o lo soñé. Sí, lo soñé. Eso creo.

El asunto es que Don Leopoldo me da un poco de pena. Está solo. La vieja de química estaba casada con él, pero lo dejó. Odio a esa vieja, no sé por qué. Tal vez porque estaba casada con Figueroa y como lo dejó, ahora está solo. Pobre viejo, lo único que hace es inspirar pena, al menos es lo único que me inspira a mí. Especialmente por su voz, la voz de un anciano bienintencionado a quien la vida ha tratado mal. Me da pena cuando habla, como hoy, cuando me dijo “Salazar, parece que tendrás que quedarte después de la hora de salida, hasta que termines, lo lamento” y yo le respondí “Así parece profesor, pero no importa, no lo lamente”.

Y no sé por qué le dije que no lo lamentara, porque ya son la una y treinta y ocho y no he hecho nada. Nada. Y nada voy a hacer hasta las dos y un cuarto, así que debería lamentarlo. Eso creo. Eso creo que le dije, “no lo lamente”, pero no estoy seguro. Seguro, no estoy.

Sucede que las cosas que nos da para leer son muy aburridas. Por eso peleo con él. O al menos peleamos el viernes pasado, o yo peleé con él, no sé, no me acuerdo. Me acuerdo que me dio pena esa discusión, eso creo. Siempre me dan pena. No sé por qué discuto con él todos los viernes, tal vez porque las cosas que nos da para leer son muy aburridas. Hoy por ejemplo, ni siquiera he leído el título del artículo que nos pasó. Debe ser aburrido. “Estadísticamente, los calvos son más inteligentes que los que no lo son”. Bah, tenía razón. Es aburrido. Así que no lo voy a leer. No leeré nada. No he leído ni una sola línea y no la leeré. Debe ser muy aburrido. Excepto el tercer párrafo, que habla de un estudio de la Universidad de Staffordshire, que nunca había escuchado pero que imaginé con una fachada tricentenaria de ladrillos envuelta completamente en una enredadera. Como una fotografía. Me encanta la fotografía. De hecho, creo que ver fotografías es lo único que realmente me gusta hacer, y no sé por qué, pero no hacen clases de fotografía.

Si el Leopoldo, como lo llamamos, fuera profesor de fotografía, no le tendría tanto asco a su clase. Terminaría los análisis que nos hace hacer a la hora que corresponde, tal vez más temprano incluso, no sé. Por lo menos más temprano, eso sí. No me quedaría como hoy, después de la clase, pensando estupideces a esta hora, la una y cincuenta minutos. Mis compañeros ya deben estar llegando a sus casas. Eso creo. Por lo menos camino a sus casas. Pero no sentados en el salón vacío, como yo, por culpa del pelao Figueroa que como igual debe salir a las dos y un cuarto me obliga a acompañarlo para no cagarse de aburrimiento solo.

Lo odio. Creo que él también nos odia. No sé, eso creo. Debe ser frustrante tener una vida tan patética como la suya. Nadie lo soporta, es un viejo amargado. Se nota que no le gusta su trabajo, seguro quería ser algo más que profesor, no tiene vocación para esto. Pasa que seguramente no le alcanzó el mate para nada más. Es un poco tarado, al menos más tarado que yo. Nadie lo soporta. Ni la Señora Calderón, la profesora de química, que fue su pareja un tiempo, o eso dicen, creo. Da lo mismo, la cosa es que este viejo de mierda la dejó. Y bien por ella. Es una señora encantadora, no la merecía. La admiro, aunque odio química, a ella la admiro. Es la única profesora a la que admiro, creo. Y la admiro no sólo porque es una excelente profesora, sino además porque fue capaz de aguantar a este muy hijo de puta. Porque estuvieron casados, estoy seguro de eso, y quien se casa con un anciano asqueroso con voz de perro tuberculoso es digna de admiración.

Que rabia. Eso es lo único que me inspira este viejo maricón. Rabia. Lo único que me inspira. Me levantaría de mi asiento para molerle la jeta a patadas ahora mismo pero me expulsarían del colegio. Además recién son las dos y me tengo que quedar hasta las dos y un cuarto. Que rabia. Siempre la agarra conmigo. “¡No hiciste nada, Salazar, te quedas después de clase!”. “¡Me quedo, no me importa, tampoco voy a hacer nada!”. Es así todos los viernes. No me da ni pena pelear con él, es un pelotudo con todas sus letras. Lo único que hace es pasarnos artículos de revistas baratas y pasadas de moda y sentarse a esperar síntesis que ni revisa, creo. A eso se dedica, nunca ha sido ningún aporte a la sociedad y ya no lo será, es un caso perdido, a diferencia de nosotros que tenemos todo un futuro por delante, por eso nos odia, nos aborrece, especialmente a mí, y por eso todos los viernes me restriega en la cara que supuestamente soy un caso perdido con esa vocecita insoportable y me obliga a quedarme hasta las dos y un cuarto haciendo un trabajo que me esforcé toda la clase en hacer y que si no lo terminé es porque ni para síntesis dan esos artículos ordinarios que nos entrega. Aunque a veces alguno que otro es interesante, eso creo, no sé, nunca los leo, detesto leer, no sé por qué, pero no hay nada que deteste más que leer, tal vez la fotografía, quizás.

Las dos y diez. Que lata. Quedan cinco minutos, eso es bueno, aunque ni tanto porque son los más largos de todos, son eternos, pareciera que nunca se acaban. No he hecho nada, ni lo haré. No lo haré, aunque lo haría, algo, no sé, sólo para dejar de pensar en la Universidad de Staffordshire, que es en lo que vengo pensando desde la una y treinta y que no sé por qué se me vino de repente a la cabeza, tal vez la escuché en una película, no me acuerdo, pero quiero dejar de pensar en eso, porque me la imagino como un edificio más viejo que este huevón de Figueroa, cayéndose a pedazos, y me da pena. Debe ser una universidad muy ordinaria. Además pobre. Pobre debe ser, porque los estudiantes que salían en la foto se vestían peor que este viejo desgraciado. Era todo muy oscuro, daba miedo, la foto era en blanco y negro, como las películas mudas, que me encantan, no sé por qué, creo que ver películas es lo único que realmente me gusta hacer. Debería haber una asignatura de cine, sería un alumno aventajado, y sin necesidad de ser calvo, porque supuestamente los calvos son más inteligentes que los que no lo son, según me comentó hoy mi madre en el desayuno, pero no es cierto, porque este infeliz del Leopelotudo es más idiota que la vieja de química y no tiene un solo pelo en la cabeza, tal como el viejo de la foto de la Universidad de Staffordshire, que era como el rector, algo así, no sé, pero que recuerdo perfectamente que también era calvo y llevaba una chaqueta amarilla muy graciosa, como todo lo que había en la foto, gracioso, los colores que eran como coléricos y me hacían reír, creo, no me acuerdo, pero seguramente sí, porque mis sueños siempre me dan risa.

Por suerte quedan sólo cinco minutos, los últimos, se pasan volando. Uno no se da ni cuenta. Cuando pasan los cuarenta y cinco minutos, no se da ni cuenta uno. Cuarenta y cinco minutos desperdiciados. Una completa pérdida de tiempo. Podría haberlos aprovechado para estudiar química, que es lo único que realmente me gusta hacer. Después de todo no estoy cansado. Cansado hubiera estado si me hubiese dado el trabajo de sintetizar esta mierda de artículo que no sirve para nada, o que pienso que no sirve para nada, porque la verdad no leí ni el título. Ni eso se merece este muy hijo de perra que se complace en cagarme la vida haciéndome permanecer en la sala mientras todos se van a sus casas, sólo porque me odia, me odia tanto como lo odio yo, lo aborrezco y me aborrece, nos aborrecemos mutuamente y jamás dejaremos de hacerlo, cada viernes a la una y media, nunca acabará esta guerra que finalmente yo he ganado, porque aunque este viejo decrépito tenga el poder de hacerme perder cuarenta y cinco minutos, no consigue nada más que fastidiarme, tanto como lo fastidio yo que me paso por el culo sus cuarenta y cinco minutos de castigo y no hago nada, nada hago ni haré jamás en su asquerosa clase de comprensión lectora.

-Ya, Salazar, se le acabó el tiempo, ¿terminó su síntesis?

-¡No, viejo concha de tu madre, ahí tienes tu mierda de artículo, no hice nada!

-Bueno, entonces puede retirarse. Hasta el próximo viernes.

-Adiós.

Pobre Figueroa, es un buen tipo. Me cae bien. Eso creo.

3 comentarios:

  1. Me pareció gracioso, cambiante, influenciable y hormonal.
    Un gusto leerte.
    Saludos

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  2. Es incoherentemente perfecto :D no sé si se entiende! la gente pide coherencia pero tú supiste adherir la incoherencia a un texto tan bien redactado que me encantó u_u

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  3. Antagonista joven y estudiante, vengo desde el blog de Luís, ese infatigable trabajador que proyecta curiosidad, generosidad, apoyos, para otros y otras que intentamos escribir.
    Felicitaciones por el prémio, otra iniciativa de Luís del todo espontánea y amable. Me incluyó en la lista sin yo saberlo, así es él. Reitero enhorabuena, me gustó lo que he leído, me quedo por acá.

    Un largo relato sobre la duda disfrazada de cierta arrogancia, el no sé constante y al final, ese piropo al viejo. Puro aprendizaje con sus más y sus menos el de Salazar. Bien escrito, si señor.
    !Salve!

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